Sobre mí

Suerte, apuesta, riesgo… esas son las palabras que podrían definir mi ingreso al mundo de la edición. En 2011, me estrené como editora en la editorial Planeta Perú sin tener más herramientas bajo el brazo que muchas lecturas y una devoción por los libros. Ahí aprendí que, como todo oficio, este es uno que se aprende haciendo.

Así, llegó el primer libro que edité y hoy puedo contar casi un centenar de libros que, como a criaturas, ayudé a nacer. Me gusta esta metáfora porque el editor acompaña al autor, es su primer lector, y abraza su proyecto con amor. Como un buen amigo, cuestiona sus grietas, afila su talento, alumbra desde la sombra. A esta tarea se suman algunas cualidades. Un oído atento para escuchar la voz de los textos, eso que los diferencia entre los ríos de tinta que han corrido. Paciencia para entender que cada libro tiene sus tiempos. Un apetito por la lectura que se renueve. La vista y el olfato entrenados. ¡Cuántos autores que ahora leemos fueron rechazados por editores sin visión! Hay que estar a la caza y con el arpón bien afilado para cuando aparezca nuestra ballena blanca.

Planeta, SM, Hojas de Cartón, la Biblioteca Nacional son algunas de las editoriales e instituciones que han confiado en mi trabajo. A ellas se suman autores y autoras que optaron por el sueño quijotesco de la autopublicación.

Ahora, tratando de ver con los ojos de hoy mi comienzo, sigo buscándole una respuesta al por qué de este oficio. Intuyo que no me gusta lo acabado, porque ahí no hay opción de cambio. Y este es un oficio en el que hay que reinventarse una y mil veces. Presiento que me siento cómoda en este hogar en obras y espero quedarme aquí haciendo que los libros que edito y las publicaciones que coordino viajen hasta ese lector que está afuera esperándolos.